Dime con quien andas y te diré de cuál sombra eres…

01.01.2021

El camino de las monjas es un sendero peatonal rodeado de unos altos eucaliptos y algunos viejos postes inmunizados responsables de sostener un complejo entramado de cables eléctricos y vallas publicitarias, y estos cuando van acompañados del reflejo de la luz, su sombra construye unas combinaciones de imágenes el cual simulan un tejido construido por la desafiante Aracne griega.

Este camino tiene este nombre debido a las expresiones populares del pueblo; ya que es el paso principal de las estudiantes de un colegio religioso dirigido por las hermanas de la caridad.

La longitud de este otoñal sendero, es de unos 500 metros, cuando éramos niños, rodeábamos el perímetro del colegio y aprovechábamos las supuestas vigilias de las monjitas y como cualquier aventura de Tom Sawyer y Huck, nos robamos las mazorcas de la huerta, teníamos una vara de bambú, escondida en una de los espacios de la cerca y como buenos agricultores y hasta más exactos que el almanaque Bristol esperábamos el brote de este lindo fruto.

Después de 20 años he vuelto a disfrutar de este espacio, aunque el tiempo lo han renovado en su arquitectura y lo complementaron con ciclo vías y placas táctiles, esta vez lo hice acompañado por el señor "Cilantro" como le dicen los pequeños inquilinos del barrio, a la mascota de papá.

Logre recordar varios momentos, muchos vinieron a mi mente como un Déjà vu y hasta con gran melancolía, uno de estos, era cuando caminaba con mi amigo,  sí con él mismo de las aventuras de las mazorcas. Cuando la postura del sol nos daba la espalda y salían a brote las sombras de nuestros cuerpos, como unos moldes en primer plano y las siluetas se reflejaban en el concreto como un espejo, nos reíamos de lo pequeña que era mi sombra y mi desviación del pie derecho tan natural como el mismo complejo de temer a reconocerlo, mi amigo siempre decía y se reía porque caminaba como un patito recién nacido-, pero lo que más causaba risa, era la forma del cuello de él, era tan largo que ni cambiando de posición lograba recortar la diferencia con el mío y cuando se hacía de lado, el reflejo eras aún más sincero, rápidamente se evidenciaba su particular perfil griego o su nariz aguileña, lo curioso de este juego de sombras era esbozar nuestros defectos, en las noches y por otros caminos y  esta vez apoyados en el reflejo de las lámparas revalidábamos lo expresado por la sombra del día.

El cuello largo como lo terminé apodando, durante todo este tiempo se volvió en mi segunda sombra y aunque el frío europeo le haya cubierto el cuello y mi sombra siga siendo modesta, comprobamos  algo, aquellos reflejos de nuestra juventud, hoy son las raíces de esta fuerte amistad, aunque el otro alargó sus sueños en otro horizonte y el otro siguió su camino por el sendero de eucalipto, siempre buscaran la forma de acompañarse siendo la luz del otro, aunque técnicamente la sombra, sea una ausencia de luz, para este caso no aplica.

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